Hoy les quiero contar, la historia de una pareja de jóvenes muy
enamorados que se iban a casar. Sucede que unos días antes del matrimonio, la
novia tuvo un accidente automovilístico, sufriendo quemaduras de tercer grado
en su rostro y manos, aunque los médicos hicieron casi lo imposible, realizándole
varias operaciones, lastimosamente su rostro quedo totalmente desfigurado. Al
verse en esta situación la joven decidió escribir una carta a su novio en la
que le decía: “No puedo casarme contigo, he quedado marcada para toda la vida,
soy una mujer horrible, no quiero que me vuelvas a ver nunca más, deseo que
seas muy feliz, busca una mujer hermosa como tu te lo mereces.”
Paso un par de días y la muchacha recibió esta respuesta de
su novio: “Hola amor mio, he recibido tu carta, si no te he podido visitar es
por que tengo que confesarte algo, en este tiempo que has pasado en el hospital,
he perdido la vista y el médico me dijo que voy a quedar ciego. Te pido que me
aceptes así y te cases conmigo”. Y así lo hicieron, se casaron, y vivieron
felices por veinte años, llenos de amor y comprensión. Ella se convirtió en sus
ojos, en su luz, el amor los guio por ese túnel de oscuridad. Un día ella
enfermó gravemente de cáncer. Lo que más le dolía, era que dejaría solo entre
las tinieblas a su querido esposo. El
día que ella murió, mientras agonizaba, su esposo abrió los ojos ante el desconcierto
de todos y le dijo: “no estaba ciego, fingí estarlo para que mi mujer no se
afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado, ahora mi amor
descansa en paz”
Esta historia nos deja de reflexión, que el verdadero amor ve
más allá de la belleza física, porque el verdadero amor, ve con el corazón; la
belleza se acaba, pero el amor verdadero vive para siempre. Cuando el amor es
sincero y transparente, la belleza física es solo un complemento.