Realmente
todos vivimos en un ambiente emocional que nos rodea lo mismo que la
atmósfera. Cualquier contaminación de
ese ambiente nos afecta de manera semejante a la del aire que respiramos.
Cuando alguien exclama: ¡Fulano acabara por enloquecerme! No está en realidad diciendo
que se considera candidato al manicomio; indica apenas que esa persona, cuya
influencia ha de ser grande en su ambiente
emocional, le hace sentirse tenso, ansioso, agobiado; en suma con los nervios
de punta.
Los
psicólogos y psiquiatras no se limitan hoy en día a deshacer complejos
emocionales. Indagan antes quien ocasiono esos complejos. “Conocer la familia
del enfermo nos indica frecuentemente la causa de la enfermedad”.
Saber
porque hay individuos que nos sacan de nuestras casillas, y otros en quienes
producimos nosotros igual efecto, nos evitaría muchos padecimientos a nosotros
y a los demás.
Nada
envenena tanto el ambiente como la propensión de ciertas personas a herir la
susceptibilidad ajena. Para un hombre suele ser mortificante que le hagan
objeto de comparaciones en que él sale mal librado. La esposa que compara al
marido con su padre, o con su hermano, o con el pretendiente con quien ella
estuvo a punto de casarse, pisa terreno peligroso. Circunstancias que lastiman
el amor propio del marido, que en más de una ocasión las interpreta como
ofensivas para su hombría.
Algunas mujeres emplean más sutileza para
hacerle sentir al marido que es un fracasado. Hay las que lo alaban en público,
y luego cuando él menos lo espera, le dan el alfilerazo. En cambio la principal
debilidad de muchas mujeres es presumir
de elegantes. Júzguese cuánto ha de afectar emocionalmente a una mujer que se
siente hecha una reina el día que estrena su vestido oírle decir al marido
“Miren quien quiere hacerse de Kate Moss”.
En
los diferentes consultorios psicológicos vemos a veces los resultados de todo
ello: mujeres en quienes el maltrato emocional acabó con la naturalidad, la
confianza en sí mismas, y crea un complejo de inferioridad.
Porque
una palabra, un acto, por insignificantes que sean, tendrán consecuencias
desastrosas, si hieren el punto sensible de otra persona. Tres son los
requisitos fundamentales de la vida emocional de todo ser humano: sentir que es
agradable a otros, sentir que significa algo para otros; y sentirse seguro. Uno
necesita saber que cuenta con el cariño de alguien. Necesita creer que vale y
representa algo en el mundo. Necesita contar con alguna seguridad para el hoy y
el mañana.
Tanto
el hombre como la mujer han de darse cuenta de la necesidad de emoción latente
en ambos, y deben hacerse el propósito de satisfacerla, pues la emoción tiene
su propio idioma.
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